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El príncipe y el mendigo, el cuento de la semana
Nuestro cuento de la semana se titula «El príncipe y el mendigo» historia que narra la aventura que llevó a intercambiar roles para estos dos jóvenes y los tragos amargos que les tocará vivir a cada uno de ellos.
Nuestro cuento infantil de la semana se titula "El príncipe y el mendigo" historia que narra la aventura que llevó a intercambiar roles para estos dos jóvenes y los tragos amargos que les tocará vivir a cada uno de ellos.
Había una vez un principito curioso que quiso dar un paseo sin escolta. Caminando por un barrio pobre de su ciudad, descubrió a un muchacho de su estatura que era en todo idéntico a él.
-¡Sí que es casualidad! - dijo el príncipe-. Somos omo dos gotas de agua.
-Es cierto - reconoció el mendigo-. Pero yo voy vestido de andrajos y tú te cubres de sedas y terciopelo. Sería feliz si pudiera vestir durante un instante la ropa que llevas tú.Entonces el príncipe, avergonzado de su riqueza, se despojó de su traje, calzado y el collar de la Orden de la Serpiente, cuajado de piedras preciosas.
-Eres exacto a mi - repitió el príncipe, que se había vestido, en tanto, las ropas del mendigo.Contó en la ciudad quién era y lo tomaron por loco. Cansado de proclamar inútilmente su identidad, recorrió la ciudad en busca de trabajo. Realizó las faenas más duras, por un miserable jornal.
Cuando alcanzó la mayoría de edad, estalló la guerra con el país vecino. El príncipe, llevado del amor a su patria, se enlistó en el ejército, mientras el mendigo que ocupaba el trono continuaba entregado a los placeres.
Un día, en la época más álgida de la batalla, el soldadito fue en busca del general. Con increíble audacia le hizo saber que había dispuesto mal sus tropas y que el difunto rey, con su gran estrategia, hubiera planeado de otro modo la batalla.
- ¿Cómo sabes tú que nuestro llorado monarca lo hubiera hecho así?Pero en aquel momento llegó la guardia buscando al personaje y se llevaron al mendigo. El príncipe corría detrás queriendo convencerles de su error, pero fue inútil.
Aquella noche moría el anciano rey y el mendigo ocupó el trono. Llenó su corazón de rencor por la miseria en que su vida había transcurrido, empezó a oprimir al pueblo, ansioso de riquezas.
Y mientras tanto, el verdadero príncipe, tras las verjas del palacio, esperaba que le arrojasen un pedazo de pan.
- Porque se ocupó de enseñarme cuanto sabía. Era mi padre.El general, desorientado, siguió no obstante los consejos del soldadito y pudo poner en fuga al enemigo. Luego fue en busca del muchacho, que curaba junto al arroyo una herida que había recibido en el hombro. Junto al cuello se destacaban tres rayitas rojas.
-Es la señal que vi en el príncipe recién nacido! -exclamó el general.
Comprendió entonces que la persona que ocupaba el trono no era el verdadero rey y, con su autoridad, ciñó la corona en las sienes de su autentico dueño.
El príncipe había sufrido demasiado y sabía perdonar. El usurpador no recibió mas castigo que el de trabajar a diario.
Cuando el pueblo alababa el arte de su rey para gobernar y su gran generosidad él respondía: Es gracias a haber vivido y sufrido con el pueblo por lo que hoy puedo ser un buen rey.