Por qué echar la siesta
Hacer la siesta es habitual entre los españoles de todas las edades, pero sobre todo entre los niños con menos de cinco años. Es una práctica importante porque permite al niño recuperar la energía agotada después de un largo día en el que ha estado yendo de un lado para otro. Además, cuando el niño despierta de la siesta se encuentra relajado y de buen humor, por lo que puede afrontar el resto del día positivamente. Evidentemente, para los padres y abuelos que tienen que estar con él también es importantísimo.
Generalmente la siesta se produce después de comer, que es cuando se da la sensación de sueño. Esto es así por el proceso de digestión, que requiere de mucha energía. Debido a esto, la sangre va más hacia las vísceras abdominales que al cerebro y la tensión arterial baja. Eso sí, debemos tener en cuenta que según qué comemos, la digestión es más o menos compleja y, por tanto, la sensación de sueño se produce en mayor o menor medida. Si consumimos productos ricos en hidratos de carbono (pastas, pan, etc.) o grasas, el proceso es complicado, por lo que la digestión también lo es. Sin embargo, si comemos verduras, que en su mayor parte son agua, el estómago no tiene tantos problemas para digerirlas y la siesta del bebé será más cómoda.