Cuentos de Navidad
Cuentos de Navidad de hadas
Leer cuentos de Navidad de hadas a los niños durante estos días de vacaciones,creará un clima maravillo gracias a las actividades de lectura infantil.
La Navidad es una época mágica sobretodo para los más pequeños de la casa. Leer cuentos infantiles a los niños durante estos días de vacaciones todavía hará que perciban que estos días son maravillosos rodeados de su familia y haciendo actividades como la lectura que los trasporta a mundos diferentes en los que también aprenderán muchas cosas.
Los cuentos de Navidad de hadas son geniales para hacer que los niños sueñen con personajes buenos que viven en un mundo ideal de magia y fantasía. A continuación os mostramos dos cuentos de Navidad cortos y mágicos, siendo un aprendizaje y enseñanza para niños.
El hada de Belén
Esta historia ocurrió en Belén, justo el día en que nación el niño Jesús:
Muchos eran los seres mágicos que se engalanaban para asistir a un evento tan importante.
Los unicornios hacían brillar sus cuernos, el fénix lucía un hermoso color rojo, los ogros parecían menos ogros, los duendes se vestían con preciosos trajes verdes, las hadas ayudaban a los pastorcitos a arreglar al ganado y a los árboles a adornarse con bellas flores. Los Reyes Magos eran ayudados por los elfos a cargar los camellos de Melchor, los caballos de Gaspar y el elefante del rey Baltasar. Las sirenas inventaban bellos villancicos.
Sin embargo, había un pequeño ser que no embargaba tanta alegría. Era una pequeña niña, del tamaño de un pulgar, que lloraba triste en el arrollo. El ángel que anunciaría el nacimiento del niño Dios, la oyó llorar y le preguntó:
-¿Que te pasa, pequeña?, ¿por qué lloras tan desconsolada?
Y la niña le contestó:
- Dios me encargado que le busque un regalo para el niño y no sé que puedo hacer. No tengo magia, no sé volar, no puedo hacer nada.
- Si Dios ha confiado en ti, es porque puedes hacerlo.- Le contestó el ángel.
La niña sonrió y dijo:
- Aunque nada soy, corazón tengo y prometo que intentaré hacerle un regalo al niño.
El valor y la voluntad que vio el ángel le conmovió y le regaló a la niña una de sus plumas doradas. Cuando la niña la cogió, la pluma desapareció y le brotaron dos preciosas alas.
Merina, que así se llamaba la niña, echó a volar muy contenta y los brillos que salían de sus alas, se convirtieron en estrellas. Así pues, un hermoso cielo estrellado, se iluminó justo cuando nació el niño.
No contenta con esto, el hada fue a buscar un cascabel y un palito y con su nuevos poderes mágicos los convirtió en un juguete para el niño: su primer sonajero. Este nuevo juguete sirvió a Maria para entretener al niño, cuando el pequeño Jesús lo agitaba, salían miles de estrellas. Y con ayuda de los demás seres mágicos, adornaron todos los pinos del lugar con guirnaldas y bolitas de colores.
Así pues, todos los seres mágicos y no mágicos, adoraron al niño, le dieron sus regalos, y bautizaron a aquella niña con tanta voluntad, como el Hada de la Navidad. Ella es la que se mete en el sueño de los niños, regalándoles dulces cuentos, y la que cuida y protege a todos los niños del mundo.
Es la protectora y la que, convertida en estrella, guía todos los años, a los Reyes Magos, casa por casa, donde hay niños.
El hada de la Navidad
Aquel año el espíritu navideño andaba un poco decaído; había crisis ya la gente de Villa Apatía andaba cabizbaja y trite, casi ni se saludaban al cruzarse y las calles del pueblo estaban grises y oscuras.
Jimena había estado esperando todo el año aquellas fechas donde siempre reinaba la alegría y el color y todo el mundo parecía estar siempre contenta y sin preocupaciones.
Esa noche se acostó pensando que la falta de trabajo y dinero podían ser la causa de la tristeza general y que era increible que solo el dinero pudiese alegrar la vida.
De pronto una luz diminuta pero muy brillante apareció en su ventana, de un salto Jimena se acercó y al abrirla, una pequeña y preciosa hada de cabellos plateados y mejillas sonrosadas se coló dentro rápida como una centella.
Se llamaba Ledicia y le contó que ella y su ejército de compañeras eran las encargadas de llevar el espíitu de la Navidad a todo el mundo. Ledicia le explicó a Jimena que no era importante el dinero para encontrar felicidad, que la ilusión y la imaginación no se compraban y que esa era la clave para arreglar las cosas, Charlaron mucho rato hasta que Jimena se fue quedando dormida.
Al despertarse por la mañana Jimena pensó que había tenido un maravilloso sueño y su cabeza estaba llena de ideas. Organizó a sus amigos y entre todos se pusieron a trabajar. Buscaron por sus casas cosas inservibles, cajas, cartones, papeles velas, juguetes y adornos viejos, todo aquello que se pudiese reutilizar.
Hablaron con todas las personas del barrio, los tenderos colaboraron con cajas de madera, cartón, envases, latas...también consiguieron telas y pintura, papel de aluminio...Con todo aquello decoraron la plaza del pueblo y montaron un enorme ärbol con ayuda de los mayores desocupados; lo vistieron con guirnaldas confeccionadas por ellos, colgaron juguetes viejos, objetos reciclados y pintados, e iluminaron con velas toda la plaza del pueblo.
Todo aquello no era muy típico pero la verdad es que había quedado fantástico. Al terminar todo el pueblo se fue acercando y de pronto los niños comenzaron a cantar un villancico y todos se unieron alrededor del árbol.
Para Jimena de nuevo todo parecía Navidad, la gente estaba otra vez optimista e ilusionada, tanto que hasta alguien propuso cambiar el nombre del pueblo y en lugar de Villa Apatía decidieron llamarla Villa Alegría.
El pensamiento de Jimena estaba ahora en el hada que la había visitado, no se resignaba a pensar que sólo había sido un sueño, quería creer que era real porque los sueños también pueden hacerse realidad, tal y como había sucedido.
De repente un grupo de lucecitas diminutas se encendieron en el árbol y lo iluminaron como una gran hoguera; toda la gente, boquiabiertam dejó de cantar por un instante, hasta que el gran grupo de luces subió al cielo oscuro y se mezcló entre las estrellas.